Puede transmitir enfermedades como herpes B, tuberculosis, hepatitis A/B, salmonelosis, parásitos intestinales y SIV, lo cual pone en riesgo tanto a personas como a animales domésticos.
Transmite virus como SHFV, herpes B y SIV, y parásitos como Toxoplasma gondii y Streptopharagus armatus, lo que representa un riesgo para salud humana y fauna local.
Portan enfermedades graves como leptospirosis, hantavirus, salmonelosis, plaga, y son reservorios de parásitos que pueden infectar a humanos y otros animales. Además, contaminan alimentos y superficies; son vectores conocidos de enfermedades zoonóticas.
Uno de los principales portadores de rabia en la isla, lo que representa un riesgo directo para humanos, mascotas y fauna silvestre.
Aunque su riesgo directo a la salud humana es bajo, puede portar bacterias causantes de infecciones gastrointestinales y hongos pulmonares.
Portadora común de Salmonella, la cual puede transmitirse a humanos por contacto con heces o superficies contaminadas.
Pueden portar Salmonella y otros patógenos que afectan a reptiles y ocasionalmente a humanos. Representan riesgo físico por su tamaño y fuerza.
Su moco puede irritar la piel y los ojos; estudios en EE.UU. han asociado especímenes con el gusano pulmonar de rata, un parásito que podría afectar la salud humana y de otras especies.
Al excavar, altera cuerpos de agua y puede portar parásitos que afecten peces y, potencialmente, a humanos indirectamente, si se manipulan equipos o agua contaminada.
Aunque su impacto sanitario directo sobre personas es limitado, puede aumentar la proliferación de patógenos en el agua al obstruir flujos naturales.
Sus espinas son venenosas y causan dolor intenso e inflamación. En casos graves, pueden generar complicaciones médicas en humanos.
Pueden portar parásitos como nematodos y protozoarios, que afectan la salud de peces nativos y potencialmente contaminar agua o implementar infecciones humanas si no se manejan correctamente.
Compiten con nativos y pueden portar el gusano plano Bothriocephalus acheilognathi, que puede transmitirse y dañar ecosistemas acuáticos y la salud de peces.
Su propagación crea aguas estancadas, aumentando la proliferación de mosquitos vectores de enfermedades como dengue, zika y chikungunya.
Aunque su impacto directo en la salud humana no es significativo, su presencia reduce la biodiversidad, debilita el control natural de plagas y altera los ecosistemas, lo que puede tener efectos indirectos sobre la salud pública.